La mujer ya tiene derechos y supuestas libertades, que todavía gracias a la historia han convertido en privilegios para muchas, e ideales abstractos para otras. En este momento, las mujeres “amarradas” a su familia, no reclamas sus libertades, ni se hacen participes de sus derechos. La mujer colombiana y su supuesta revolución femenina, en una sociedad todavía machista, que ella misma. ha formado, sin intervenir de manera significativa para generar el cambio de igualdades.
La discriminación femenina comienza con una visión religiosa, que se impone en América desde el siglo XI al XIX con un nuevo concepto de la mujer. Gracias al mito de Adán y Eva, comienza a verse a la mujer como símbolo de pecado y perdición de los hombres, su virginidad y castidad eran muestra de que habían sabido vencer la impureza natural. Las mujeres teníamos que ser sumisas frente a la autoridad de padre, esposo y hermano, y aceptar con resignación su inferioridad. La mujer quedo reducida al hogar teniendo que estar pendiente al cuidado de sus hijos e hijas y a la práctica de obras de caridad, la diversión consistía en la lectura y la música (actividades “honestas”). No debía invertirse mucho en la educación de la mujer, ya que esto podría desertar el espíritu impulsivo hacia la maldad (1).
Durante años la mujer luchó contra su opresión, contra su contradictoria libertad, contra un rojo inframundo (el infierno) diseñado solo para la mujer. Hace ochenta y cinco años, las mujeres en Colombia, emprendieron su revolución, comienzan a votar, a ir a las universidades, a hablar en público y a hacer actividades exclusivas de los hombres. Ellas dejan de estar ligadas al hogar y pasan a ser “sujetos realizados” es decir iguales a los hombres, o como dice la feminista Rosa María Rodríguez Magda “la realidad de la mujer se agota en la producción que el poder de la mujer como hombre” (2).Contraponiéndose un poco a la historia comienza la “trascendencia de generación en generación”. Las abuelas de mi abuela encerradas en su historia dentro de un machismo común se l enseñaron a ella, ella a mi madre y mi madre a mí. Aunque un poco distorsionada la idea del machismo, me enseñaron, que tengo que estudiar y trabajar, a soñar con una familia y un buen esposo, que si me invitan a salir, me tienen que recoger y dejar en mi casa, que ellos siempre tienen que gastar, que un buen hombre es el que es todo un “caballero”, tiene carro, minutos a celular y plata para gastarme.
Que un buen joven es aquel que me respeta como mujer y no me deja ni abrir la puerta del carro parta bajarme, que es aquel que si me subo a un bus me sede el puesto y si nadie lo hace es porque ya son pocos los caballeros de este mundo. Que si paso, me abran el camino como tal “reina de Inglaterra”. Son tantas cosas que como mujeres queremos y “no nos dan”. Sin decir que nada de esto sea tan malo, pues a toda mujer le gusta que hagan eso por ella, y esto ya hace parte de la cultura, pero a veces pasa a ser un simple conformismo de la mujer, como aun un “sexo débil”.
Si somos el supuesto “sexo fuerte” según los ideales feministas. Ahora esperamos tanto, y decimos que somos iguales a los hombres, porque no nos comportamos como ellos, sino que intentamos siempre tener una gran diferencia, porque si los hombres y mujer somos iguales, con las mismas condiciones nos escandalizamos con un homosexual, si las mujeres tenemos las mimas condiciones que los hombres, porque a una mujer no le puede gustar otra mujer o comportarse como un hombre, porque no se cree en la igualdad de género, sino en dos géneros sociales, por qué en el diccionario de LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA seguimos apareciendo como “femenino: propio de la mujer. Ser capacitado para ser fecundado. Género débil, indeleble”. Posteriormente seguimos siendo un aparato de reproducción.
Los colombianos aun no han entendido a que se refieren con feminista, y seguimos siendo un país con una mentalidad de feminismo machista; seguimos siendo débiles, frente a los ojos de los hombres y nuestra supuesta revolución, sólo se cimienta en tener una “democracia” y en intentar parecer fuertes, aunque no lo seamos; solo se construye bajo las bases de ser el “sujeto reprimido de la historia”, y que logramos entrar en una universidad. Nuestro feminismo sólo busca mostrar una apariencia; no ser mujer real, fuerte, que por primera vez en la vida, solo piense en ella, en nadie más; ni su familia, ni en nadie que la rodee, sin ser egoísta. Una mujer que marque la historia, y no sea como miles de mujeres que muren todos los días pensando que iban a ser la primer mujer presidenta del país.